Estoy casi recién aterrizada después de más de tres semanas viajando por la Costa Oeste de Estados Unidos por carretera (¡lo que viene siendo un road trip!) y vengo con ganas de contar todo lo que he visto.
Si tengo que resumir nuestro viaje en tres palabras, creo que elegiría éstas; naturaleza, carretera y ¡kombucha! Y es que nuestro viaje ha estado lleno de parajes alucinantes, mucho ir de aquí para allá en coche, y también de té kombucha (que ahora explicaré lo que es para los que no lo conozcáis)
Aterrizados en Seattle, en el estado de Washington, y después de patear la ciudad y sus bonitos suburbios, (como notas curiosas, el jardín japonés y el cementerio de Lakeview donde se encuentran enterrados Bruce y Brandon Lee se encuentran en esta ciudad), nos embarcamos en un ferry con destino a las islas San Juan, donde pudimos admirar a las orcas en libertad. Y es que San Juan Islands y sus bahías, constituyen el habitat natural de varios grupos de orcas. Sin duda un espectáculo que merece la pena, ver a estos magníficos animales libres, como así debería ser siempre.
Después volvimos a la ciudad, donde tuvimos la suerte de conocer por casualidad a varias personas que nos hicieron sentir muy acogidos. ¡La verdad que es una gran sensación sentirse como en casa a miles de kilómetros!
Al día siguiente, y con bastante resaca gracias a la generosidad de nuestros nuevos amigos, fuimos al parque nacional Mount Rainier, donde se encuentra el pico más alto del estado de Washington, con una altitud de 4392 metros. Con 26 glaciares, podéis imaginaros lo nevado que estaba aquello. Lógicamente no subimos a la cumbre, pero desde donde estábamos, pudimos apreciar las vistas del pico y de las montañas colindantes. ¡Una pasada!
Después de Washington, pasamos al estado de Oregon, famoso por ser pioneros en sostenibilidad, conservación, y por la proliferación de terapias naturales y holísticas. Definitivamente por aquí verás muchos quiroprácticos, clínicas de acupuntura, y supermercados y tiendas orgánicas. Y es que los productos orgánicos, la agricultura ecológica y los productos locales son la manera que tienen de entender el consumo; interesante también, encontrar cosmética natural en los supermercados. Aquí también empieza mi historia con el té kombucha. Estaba literalmente por todos lados, bares, gasolineras, pequeñas y grandes tiendas. Yo ya lo conocía porque en España se está empezando a conocer poco a poco, pero allí desde luego es muy popular, con muchas marcas y variedades, y como comentaba, se puede encontrar en todos los comercios.
Kombucha es una bebida de largo recorrido en la historia, y parece que es en la antigua China de donde datan sus orígenes. Para hacerlo sencillo, podemos decir que el té kombucha es té fermentado mediante hongos y bacterias (buenas). Este proceso hace que el té kombucha, tenga un contenido rico en probióticos, antioxidantes y vitamina B, entre otras sustancias beneficiosas.
Estos probióticos, o bacterias buenas, son fundamentales para la salud de nuestro sistema digestivo, y también para nuestra salud en general, ya que un intestino sano influye en muchas otras funciones, como la del sistema inmunológico.
Debido a su proceso de fermentación, puede contener algo de alcohol aunque normalmente es poco. No obstante se puede comprobar el porcentaje en las botellas. También puede contener azúcar, ya que ésta se utiliza para alimentar a las bacterias y así ayudar en el proceso de fermentación.
Está claro que en cualquier viaje o en vacaciones tu sistema digestivo se resiente, ya que tu rutina se ve alterada, haces más comidas fuera de casa y bebes más alcohol. Por eso, ya que el té kombucha era tan fácil de conseguir, no dudé en hacerlo parte de nuestro viaje.
Kombucha aparte, Oregon nos encantó por la amabilidad de su gente, sus granjas de Lavanda, parajes naturales inigualables como Cannon Beach y Crater Lake, los días de desconexión en nuestra cabaña de Summer Lake, y ciudades como Portland, Bend (el paraíso de los hipsters según mi marido) y Astoria, donde se rodó Los Goonies (admito que como soy una friki, no paramos hasta encontrar la casa donde se rodó). Mención especial al rodeo en Prineville al que asistimos, ¡que fue totalmente como nos imaginábamos!
Aunque no pudimos ir a verlo por falta de tiempo, también en Oregon se encuentra el lago Klamath, donde crecen silvestres las Algas Verdiazules AFA. Una vez recolectadas se procesan con mucho mimo para ser comercializadas como complemento alimenticio, ya que son ricas en vitamina B12 y B9, vitamina C, un perfil equilibrado de aminoácidos (los 8 esenciales y los 12 no esenciales) y un amplio espectro de minerales, yodo, betacaroteno y un altísimo porcentaje de clorofila.
De Oregon continuamos a California. Nos hospedamos en pueblos de paso como Fortuna hasta llegar a San Francisco, donde de camino pasamos por The Avenue of the Giants y sus gigantescas secuoyas. Una vez en San Francisco, su brisa marina nos congeló los huesos. Aquí hicimos cambio de coche a un descapotable que, todo hay que decirlo, era bastante guay. Disfrutamos de sus bares y del barrio de Chinatown, la comunidad china más grande fuera de Asia. También vivimos el 4 de julio al más estilo americano y contemplamos los fuegos artificiales desde Coit Tower.
Pero tocaba el turno de más parques naturales, y nos subimos de nuevo en el coche para ir a Yosemite, previa estancia en Jamestown, un pueblo que parece sacado de las películas del Oeste y que tuvo su momento de gloria durante la Fiebre del Oro.
Yosemite es un Parque Nacional de los más visitados del país, donde abundan las secuoyas y en el que se pueden encontrar enormes bloques de granito como el denominado El Capitán.
Pero después de tanta carretera nos merecíamos unos días de descanso, por lo que por fin nos pusimos rumbo a Los Ángeles, la última y esperada parada de nuestro road trip. Entre medias, porque es un largo viaje, hicimos parada en Monterrey, desde donde fuimos a ver Pebble Beach (mi marido como buen aficionado al golf estaba emocionado) y condujimos por el Big Sur y la Highway 1, con sus kilómetros de autopista en la costa, dando lugar a uno de los viajes por carretera más épicos que te puedes encontrar.
¡Y por fin llegamos a Los Ángeles! Aquí disfrutamos de Santa Mónica y Venice Beach. Venice Beach es una maravilla de playa con olas enormes, que ya se hizo famosa gracias a la televisión, pero que merece mucho la pena conocer. Nosotros lo disfrutamos mucho, sobre todo el momento en el que pudimos ver a una familia de delfines desde la orilla ¡una pasada!
Menos mal que me llevé mi frasco de Árbol del Té para repeler los mosquitos y sobre todo para las picaduras, porque he de decir que nos comieron vivos. Los Ángeles es una ciudad con mucha energía y muy grande, y nos encantó conducir por ella, cenar en Sunset Boulevard, y hacer de turistas.
Y ya este es el fin de nuestro viaje, he de decir que nos encantó, que definitivamente vimos muchas cosas, conocimos gente maravillosa y que podemos contar muchas anécdotas. Aún tenemos que calcular el número total de kilómetros (o millas) que condujimos de Seattle a Los Ángeles, con todas las paradas que hicimos entre medias. Y siempre nos acordaremos de la presencia de las águilas; una maravilla asomarte por la ventanilla para ver que siempre había un águila en el cielo.